miércoles, 8 de julio de 2009

ARTE OCCIDENTAL CON RAÍCES AMERICANAS

por Cecilia Carchi

El proceso de aprendizaje pictórico de la guayaquileña Mariella García de Parra empezó en el Incarnate World Collage, de San Antonio, Texas (EE.UU), donde practicó lo que se denomina pintura plana con la profesora Regina Wojinsky. Allí aprendió a dibujar –el gusto lo tenía ya- y a poner el color. Esta primera etapa de enseñanza académica quiso continuarla cuando regresó a nuestro país en la Escuela de Bellas Artes (entonces eran profesores Enrique Tábara, Andrade Faíni y Peter Mussfeldt), pero no fue posible porque la escuela se transformó en colegio y Mariella decidió abandonarla.



Empezó creando bodegones, dibujos de modelos vivos, paisajes –aunque confiesa que muy pocos- naturalezas muertas y figuras humanas. Esta última temática podría decirse que es un recurrir permanente porque aún ahora se considera dentro del estilo figurativo, nunca abstracto, como algunos críticos de arte conceptuaron su obra en época anterior. Cuando se le pregunta como definiría ella la tendencia en la que se inscribe su plástica nos contesta: “Creo que nunca ha sido una pintura abstracta “per se”. Siempre me he remitido a la realidad, para partir de ella de alguna manera. Ha sido una suerte de neofiguración o una figuración más o menos explícita”. Las pinturas que observamos ahora no tienen nada de abstracto, son definitivamente una figuración. El tiempo transcurrió y se pasó al color por el color, es decir un trabajo de constancia con la cromática.

En 1989 Mariella García presenta su tesis de licenciatura en Arqueología sobre la figura Valdivia en el sitio Real Alto, en la Escuela Superior Politécnica del Ecuador. A partir de entonces –cuando percibe el cambio de colores en las diversas capas de la tierra- empieza su serie Estratos, que más adelante se complementa con la incorporación de la figura Valdivia. A través de ella recupera las texturas y colores prehispánicos, los cuales son muy brillantes, pero llegan a nosotros muertos a causa del tiempo que permanecen enterrados. Entonces empieza su etapa de experimentación cromática.

LA TEXTURA, HERENCIA DE TÁBARA

En 1974 Mariella García forma parte del taller del pintor guayaquileño (ecuatoriano) Enrique Tábara. Siempre gustó de su plástica, su casa es una buena prueba de ello, allí encontramos muchos cuadros de su etapa realista, ahora inconseguibles. De esta admiración nació el interés de aprender su técnica. La textura se quedó con ella. El predominio de este elemento en su plástica es una excelente herencia del maestro.

En contrapartida, como propio, podemos nombrar el trabajo de lo oscuro a lo claro, con el fin de obtener colores brillantes. García pone como ejemplo el hecho de que un rojo – rojo, diluido con una ligera capa de azul, da la impresión de tranquilizar al color, que empieza a adquirir diferentes tonalidades. “El pintor no solamente ve los colores, sino su gradación. Hay rojos, menos rojos, rojos azulados y violáceos, etcétera. Siempre hay montones de gradaciones, eso es lo que se consigue con las veladuras”.

PERSPECTIVA, VOLUMEN Y ESPACIO

Uno de los puntos importantes para Mariella es su conceptualización de la perspectiva. La clásica renacentista la rechaza y más bien se siente identificada con su opuesta: la atrevida, aquella que trata de encontrar otras formas de ver un objeto. Mientras más inexacta e irregular sea, mejor.

El volumen es otra de sus pasiones, por ello su plástica tiende a la esculto - pintura y no a la pintura plana. Mientras en la escultura está dada por sí misma, en la pintura es necesario crearla. Esto podemos corroborarlo en las figuras humanas (sobre todo la mujer valdivia) que parece querer salirse del cuadro y a la vez se encuentra integrada. Esta última idea da cuenta de que el trabajo con el espacio también se encuentra dentro del análisis cotidiano que hace de su obra. Su forma de componer lo atestigua: a veces por los extremos, en ocasiones en el centro, pero siempre dejando un espacio vacío o en blanco, que da al espectador la impresión de que las figuras se encuentran flotando.

LA VENUS DE VALDIVIA

Este concepto ha venido trabajándolo desde sus estudios antropológicos en la ESPOL. Mariella ha reflexionado durante bastante tiempo sobre ello: “Si Botticelli hizo nacer a la Venus de una concha, yo me preguntaba ¿de dónde sacó esta idea? Con el tiempo estudiando me di cuenta que la figurina Valdivia es un icono de fecundidad y nace asociado a la concha Spondylus, que se encuentra en la costa ecuatoriana, especialmente en la época de la corriente Cálida del Niño. Entonces, cuando sube un poquito, es fácil bucear y sacarla. La concha representaba un control de tiempo para los antiguos. Por ello concluí que la figurina Valdivia, ícono de fertilidad, tiene su nacimiento gracias a la concha Spondylus”.

El contraste entre el arte occidental y nuestras raíces americanas es palpable. Entre los cuadros que encontramos en su taller nos muestra un díptico sobre El nacimiento de la Venus americana, obviamente ligado al tema. Otra de las series que hizo dentro del mismo asunto, es la Venus americana recostada a manera de Maja, a la cual le puso el nombre de Valdivia en Giverny, lugar ubicado en París/Francia, donde pintaba Monet y porque está compuesta de sus colores favoritos: el amarillo y el azul.